La voz del rayo

Hola de nuevo, queridos Creadores de destinos, está semana empezamos el fin de semana con un relato corto al que llame La voz del rayo, este fue uno de los que estuvo expuesto en el blog antiguo, pero que he querido recuperar. Espero que lo disfruten y tengan un buen fin de semana.


Nunca me he vuelto a acercar al lugar de los hechos, ni siquiera puedo mirar en aquella dirección sin sentir un escalofrío recorriendo mi cuerpo.  Ocurre todos los malditos días desde aquel instante. El bosque permanece en silencio, demasiado para ser real, de manera que si no fuera por las estrellas y la luna iluminando el camino incluso creería que estoy soñando.

Pero sé que no es así, ya solo me toca volver a vagar sin desviarme del sendero por el bosque y alejarme de aquel claro maldito que me atormenta día a día. Esa es mi única misión, y no es nada fácil. Muchas veces he estado a punto de caer, pero no puedo remediarlo, es como si un imán tirara de mí fuertemente hacia allí todas las noches, pero que al final, acabo venciendo a duras penas.

Salgo de mi ensimismamiento cuando empiezo a oír pequeñas voces que se van acercando poco a poco cerca de donde me encuentro. Solo que no huyo esta vez, ya que no son reconocibles para mí, aunque me despiertan una cierta curiosidad por saber de dónde vienen. Las intento seguir un poco perdida ya que es difícil distinguir de donde vienen en medio de la espesura del bosque hasta que veo una pequeña luz procedente de una linterna.

— ¿Seguro qué es por aquí? — dice una de las voces a la vez que alumbra hacia mí con su linterna.

— Es lo que pone en el mapa, démonos prisa. Los demás ya deben estar acabando. — Caminan hacia mí, traspasándome. Sin pensarlo, los sigo como si fuera una más del grupo, como si no fuera invisible.

Al menos eso me ayudara a olvidarme por una noche. En total, sin contar conmigo, son dos. Ninguno de ellos debe llegar a la mayoría de edad a mí parecer. Seguramente vienen de algún campamento o de una excursión. Ellos siguen a su rollo, jugando a buscar pruebas.

Paró en seco al sentir de nuevo esa extraña sensación en mi vientre. No puede ser. Veo como se acercan hacia allí, el hogar de mi último recuerdo. En el fondo es inevitable, el claro es bastante bonito, incluso de noche. Miro hacia el cielo viendo como al lado de la luna hay una luz extraña, formando como pequeños rayos en el cielo, apuntando en varias direcciones como si quisieran decir algo. Cuando me quiero dar cuenta estoy en el centro del claro, confusa, los dos chicos siguen ahí parados mirando el claro justamente en mi dirección.

Uno de ellos se acerca más, pero un ruido proveniente del cielo nos sobresalta a los tres. No me da tiempo siquiera a mirar cuando una ráfaga de luz me alcanza, no siento dolor ni angustia aunque creo que eso ya era imposible para mí. Miro mis brazos viendo como el rayo forma pequeñas formas de ramitas que va recorriendo poco a poco todo mi cuerpo. Entonces es cuando noto que los chicos se han quedado petrificados como si de verdad pudieran verme, algo inimaginable para mí después de todos estos años en los que solo podía vagar fundiéndome con la naturaleza del bosque y el cielo estrellado que tanto adoraba.

Aunque ahora no sé lo que me espera, pero sea lo que sea, ya no siento miedo. Me veo de nuevo desaparecer, fundiéndome junto a la luz del rayo.

 — Gracias — Susurro en dirección a los chicos aún anonadados por la situación. Siento como empiezo a ascender junto al rayo dejando así de nuevo la tranquilidad del bosque al que espero volver algún día... o no.

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